Tuesday, October 23, 2007

Un lugar diferente para personas diferentes.


“Me divorcié, por mi segundo amor” dijo Susana Braun de Santillán, presidenta de la comisión directiva de la Scala de San Telmo. La Scala es un lugar para buenos músicos y para personas que aman la buena música. Es un espacio para la música y la emoción. Así se denomina este lugar su página web (http://www.lascala.com.ar/) La scala se encuentra en el pasaje Giuffra 371 (alt. Defensa al 800 / Paseo Colón al 800)

Susana tenia puesto una camiseta violeta, con un colgante con forma de flor y una pollera gris entallada hasta los tobillos que permitía apreciar su armónica figura. De ojos verdosos y de pelo castaño claro casi rubio Susana contó que abandonó la química para dedicarse exclusivamente a la música.

Cuando tenía cuarenta años Susana Braun comenzó su carrera artística. La motivación surgió a partir de una conversación con un amigo, el barítono Eduardo Cogorno.

Cogorno había empezado a tomar clases de canto. Susana contó que Eduardo no tenía una gran voz para el canto, sin embargo, tomaba clases y al parecer le iba muy bien. Entonces, Susana, quien cantaba desde pequeña bastante entonada, se animó y comenzó a tomar clases de canto con él. Ella había empezado con música clásica, lírico, pero con 63 años “ya no tengo edad para eso” dijo sin parecer nostálgica.

“En ese momento estaba el Café Mozart” comentó Susana en una de las sillas del pequeño bar de la Scala de San Telmo. En el Café Mozart hacían pequeñas presentaciones con sus compañeros de canto, pero “nos echaban rápido” dijo.

Susana señaló que el café concert tenia un pequeño escenario, un piano vertical y una luz que iluminaba al artista, pero que no había ningún camarín ni lugar para el artista. Los artistas no eran muy respetados por el público agregó. Mientras que el cantante o el músico interpretaba una canción, las personas seguían sus conversaciones sin tenerlo en cuenta. El artista funcionaba como un relleno de la escena, como un extra y no como el protagonista.

Esta falta de reconocimiento, como grupo, les causada bastante dolor. “Hasta hubo un día que durante nuestro tiempo de ensayo, cuando nos juntamos, nos pusimos a llorar” dijo Susana. Ese día se plantearon que había que hacer algo. Algo que respete al artista. Un lugar donde se escuche y se aprecie la música. Un lugar que tenga por lo menos un programa para que el que esté en el lugar sepa que música está escuchando, un camarín y un piano siempre afinado para el artista.

A los quince día de esa conversación, Susana se presentó a Eduardo y le dijo: “ya encontré una casa.” “Eduardo no lo podía creer” dijo Susana con entusiasmo entre risas mientras tomaba una taza pequeña de café. “En realidad, lo encontró mi marido” luego especificó Susana.

Susana contó que la casa estaba destruida porque había sido un conventillo. La casa de al lado tiene la misma estructura. Allí hoy se encuentra la universidad de cine agregó mientras señalaba un cuadro de las dos casas en una de las paredes del bar que está en la primera habitación de la casona.

La segunda habitación, siguiendo por el patio techado, está la sala de concierto que tiene un escenario de 5 por 5. Detrás del escenario, hay dos puertas. Una más grande donde se guarda el piano y otra más pequeña que lleva al camarín.

Las sillas están en diferentes niveles para que el espectador que está en última fila pueda ver tan bien como el que se sienta en la primera. En las paredes hay fotografías blanco y negro enmarcadas de cantantes que Susana y Eduardo fueron recolectado.

La scala es una casona de techos, paredes, puertas y ventanas altas. El piso, la moldura y el techo fueron conservados señaló Susana. También agregó que generalmente las paredes son usadas para la exposición de pinturas de arte.

“Al principio estaba bastante nerviosa porque no sabía quienes participarían y si vendría alguien a escucharlos” señaló Susana. Sin embargo, “fui la primera sorprendida” completó. Hay mucho talento y muy pocas oportunidades para los artistas. Hoy en día la scala de San Telmo tiene más de 300 conciertos desde mediados de marzo hasta diciembre comentó. Los meses restantes se usan para el mantenimiento de las instalaciones, pero no cabe duda de que si estuviera abierto se colmaría de artistas deseosos de regalar su talento a un público apasionado por el arte.

El público es variado. Por lo general, los artistas son los que convocan a su publico. También se mandan casetillas y mails desde la administración. Pero como la casa es chica no se puede hacer mucha publicidad. “Hay veces que hay mucha gente y que la tenemos que echar y hay otras veces que te queres matar porque quizás hay un músico que está tocando re bien, te das vuelta y ves sólo a diez personas” contó Susana.

Si alguien quiere participar en la scala tiene que llevar su demo y su currículum. El director artístico lo revisa, lo aprueba o no. Los artistas deben pagar entre 50 y 60 pesos por los gastos que lleva montar un concierto. Ellos se llevan lo que se recaude de la entrada. Algunos cobran y otros prefieren que sea gratis o a la gorra.
Susana reconoció que ningún artista vive exclusivamente de su arte. “El 99 por cierto son profesores” estimó. “Salvo algún grupo que sea contratado por el San Martín o por el Colón, pero tampoco porque las presentaciones son cada tanto no todo el año” agregó.

“Hay mucho talento tanto en lo clásico, en lo popular, en el jazz. Hay de todo un poco” concluyó Susana maravillada por tanto talento poco reconocido en la Argentina.

Valeria Dupey.

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