Tuesday, December 26, 2006

Entrevista a un inmigrante


Trabaja en un autoservicio sobre la avenida San Martín en el barrio de Florida. Su nombre es Javier, en realidad, Chen Xian Ping. Es Chino. Su ciudad natal es Fu Jian Shen Fu Ging Shi. Hace dos años y medio de que vive en Argentina.

“Tengo 21” dice mientras desvía su mirada como si estuviera inseguro acerca de su edad, quizás porque no conoce cómo se pronuncian los números en castellano, pero es poco probable ya que maneja la caja del negocio. Trabajo muy diferente al de un camionero como lo era en China, dónde despachaba mercadería desde las seis de la mañana hasta las nueve de la noche. Enfatiza que los argentinos sólo tienen un horario de ocho horas, en cambio, en China no se cumple con un horario preestablecido sino que se trabaja por tareas, “cuando entra mercadería, yo tengo que trabajar más” comenta Xian.

Javier tiene puesto un suéter color crema con una franja azul delgada y unos jeans, como cualquier chico argentino, sólo sus ojos negros lo delatan. Revela que vino a la Argentina a trabajar, a hacer plata. Si bien dice que todavía no sabe que va hacer en un fututo, porque según él es joven para eso, desea comprarse una casa, vivir mejor.

Su destino fue Argentina porque su padre, quién vino hace cinco años, ya tenía un negocio. Esto determinó su camino ya que era más fácil venir a la Argentina que irse a otro país, como mucho de sus amigos de China, porque acá, dice, “hay casa, hay todo”

Xian asegura que fuera de China es posible un mejor trabajo. Hace mucho tiempo que los jóvenes dejan su pueblo para hacer plata y para tener un hogar. Si se quedan tienen que trabajar muchas horas por muy poco dinero, excepto en algunas grandes empresas, pero, esto no es lo habitual.

Vino desde China en avión, no en barco como antes lo hacían, con Visa que hay que pagar, aclara. Dice que es más accesible ingresar al país en la época de Navidad debido a que la gente viaja mucho al exterior por las vacaciones.

“Yo tengo documento, tengo todo... por Kirchner” dice mirando a Juan, el dueño del negocio, un politólogo, un amigo que su padre conoció hace tiempo en la Argentina, que ayuda a Xian Ping con las palabras que le resultan difíciles de pronunciar.
Juan, quién enseñó ciencia política en los Estados Unidos en algún tiempo, señala que los convenios con China durante el gobierno de Kirchner facilitaron la documentación, la legalidad de los inmigrantes chinos. “Poquitos, no tienen” dice Xian.

-“Somos cuatro.”- Xian tiene a su papá en la Argentina, pero su madre y su hermana están en Fu Jian Shen, cuyos nombres sólo puede escribir en símbolos chinos y no en letras. Aprender a escribir en letras lleva mucho más tiempo, como siete años, cuenta Javier.

Su madre, quizás, se reúna con ellos dentro de un mes, por otro lado, su hermana no vendrá, por ahora, porque, primero, tiene que estudiar. Ellas viven en lugares diferente en Fu Jian Shen. Su madre en su casa y su hermana en el colegio porque los alumnos deben hospedarse en el lugar donde estudian. Xian también tuvo que vivir en la escuela durante catorce años cuando se instruía.

Por otro lado, Javier al tener que trabajar emigró. “A mi no me gusta estudiar, mejor trabajar” dice riéndose, achinando aún más sus ojos. Al parecer las mujeres estudian, mientras los jóvenes varones dejan su país para buscar una mejor vida.

A pesar de que a Xian no le gusta ir al colegio, lee libros y usa el diccionario español – chino para aprender el idioma comenta mientras que toma dinero del cajón de un mostrador, donde colocan las facturas, para pagarle a un proveedor.

-“ Té, mate no”- Javier prefiere tomar té en una taza para el solo antes que mate con una bombilla para muchos. A pesar de que le resultan simpáticos los argentinos, elige no tomar mate como ellos. Su rostro manifiesta que no le gusta la idea de beber juntos de un mismo lugar al poner cara de asco, frunciendo la nariz y moviendo la cabeza hacia los costados como diciendo no. No obstante, en el mostrador hay un vaso con yerba y una bombilla, un mate improvisado. Al parecer a Juan, quién hace más de diecisiete años que está en Argentina, le gusta tomar mate.

Si bien prepara y come comida china con su padre, disfruta del asado por lo menos una vez a la semana, a pesar de que le provoca acné, dice, mientras señala con su dedo regordete un granito en su cara, sonriendo.

Xian no tiene amigos ni en la Argentina porque desde que llegó no se ha permanecido en un lugar estable ni en China porque todos ya se fueron. Desde su llegada estuvo, primero, en Pompeya, luego, en Pacheco y, por ahora, en Florida. Ellos, los Chen, se mudan de acuerdo a cómo funcione el negocio.

Cuando su padre no está en el autoservicio, está él. Debe aprender cómo se maneja todo para poder, algún día, independizarse. Vive con su padre, ahí mismo, arriba del local. Tienen dos habitaciones y una cocina. Todavía no tienen casa. “Hay que trabajar” y después, si, comprarán una para vivir mejor.

1 comment:

3 Mosqueteros said...

Muy buena la nota! Se nota tu pasión por los detalles y la descripción minuciosa y acertada. Te cuento que estudio comunicación, en la UBA, y estoy sufriendo con las últimas materias, campolongo y ford... y con la tesina... por lo que ví vos ya la pasaste, no?